El asesino que tratamos esta semana es muy distinto a la de la semana anterior, Aileen Wuornos. Esta vez, tenemos un psicópata motivado por el desprecio que sentía hacia su madre, lo que provocó que la muerte sí fuera el motivo del asesinato, no el robo –aunque también se llevó cosas algunas veces-.
Mató de muchas formas distintas hasta llegar a las 16 mujeres. Su característica distintiva es que normalmente concluía sus asesinatos tapando la boca y la nariz de sus víctimas (normalmente a mujeres mayores que no tenían la fuerza y agilidad para defenderse), para que el sujeto dejara de respirar y así provocarle una parada cardio-respiratoria. Abusó sexualmente de muchas de las ancianas que asesinó, y después acababa conscientemente el crimen: trasladaba los cuerpos de las ancianas hasta su cama, las tapaba, y les quitaba sus pertenencias –y no siempre las más caras, cosas del estilo estampita de San Pancracio o un llavero de la Virgen-.
En otras ocasiones, después de tapar a la víctima sí que se llevaba objetos de valor, como televisores o joyas. Entraba en las viviendas con pretextos habituales: llamaba a la puerta y decía que necesitaba asilo, repartía tarjetas ofreciendo sus servicios como albañil, preguntaba si el piso estaba a la venta o era alquilable, etc. Después, entablaba conversación con la anciana, sentía un impulso irrefrenable y se lanzaba sobre ella. Como veremos mañana, a una de ellas le introdujo un objeto no determinado en la vagina que le produjo la muerte. Algunas de las ancianas no murieron ahogadas, si no por infarto mientras José Antonio Rodríguez Vega, el Asesino de Ancianas de Santander… las toqueteaba.
Un interés por la tercera edad que va desde el desprecio, la aversión, el odio, hasta el deseo sexual y el impulso violento.
0 comentarios:
Publicar un comentario