Ted Bundy, el Depredador de Seattle, fue identificado el 13 de febrero de 1978, cuando la policía localizó una furgoneta robada en la que se había desfogado con su última víctima. El vehículo estaba lleno de restos de ella y de huellas dactilares del asesino. Al cabo de dos días lo detenían.
Durante el juicio se declaró siempre inocente, de hecho, él mismo asumió su propia defensa. Peritos judiciales, psiquiatras e investigadores indagaron a fondo sobre su personalidad para demostrar que era un criminal. Finalmente, se pudieron aportar suficientes pruebas como, por ejemplo, el análisis de la dentadura del sospechoso impresa en los glúteos de una de sus víctimas. Se demostró únicamente que fue el asesino de 3 víctimas, pero ya fue suficiente para condenarlo a la silla eléctrica.
Durante los diez años que esperó a la ejecución de su condena, Bundy acabó reconociendo que había matado a veintitrés chicas, aunque se cree que fueron muchas más. Finalmente, el 25 de enero de 1989, fue electrocutado hasta la muerte. Más de mil personas solicitaron estar presentes durante la ejecución. Incluso por radio se pidió enérgicamente a la población que apagaran los electrodomésticos para que no faltase energía eléctrica en la prisión. Curiosamente, la ley norteamericana que ampara a las víctimas de la pornografía se llama “Ley Bundy”.
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